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¿Cocodrilos bípedos durante el Cretácico de Corea?

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La icnología es la ciencia que se encarga del estudio de los rastros dejados por los organismos en tiempos pretéritos y que se han conservado como fósiles. Para nombrar a estas evidencias, se hace uso de la taxonomía linneana, creada para nombrar especies. Así, esta a veces es llamada "parataxonomía" o "pseudotaxonomía", pues no se están nombrando especies biológicas, sino rastros con morfologías compartidas, por lo que en icnología se cuenta con "icnoespecies". Estas no pueden -ni deben- ser asignadas a taxones compuestos por especies corpóreas, salvo por el raro caso de encontrar al hacedor de la marca a un lado de la misma. Cualquiera que te diga que sí se puede, está no sólo mintiéndote, sino además está tomando una postura de charlatanería y pseudociencia.

El cangrejo cacerola Mesolimulus, con un rastro detrás es un caso excepcional donde podemos asignar las huellas con su hacedor. Fotografía (CC) Ghedoghedo.

Lo que sí que pueden hacer los científicos que estudian esto, los icnólogos, es decir qué grupo de organismos fue el probable hacedor de la marca. Por ejemplo, las huellas se pueden asignar a familias conocidas o incluso a géneros, pero resultará casi imposible asignarlas a una especie. Aún en los casos donde sólo se conoce una especie corpórea en la formación geológica, no se puede atribuir a dicha especie la autoría -digamos- de una huella, pues como la historia de la paleontología nos ha demostrado, a veces, se descubren nuevos taxones similares que estaban ahí, escondidos en las rocas o en un gabinete de museo. Por eso es que esto de asociar icnotaxones a taxones es tan problemático. Pero eso no le quita el sueño a los icnólogos, pues ellos tienen todo un sistema para compara y clasificar este tipo de evidencia.

Kimberella quadrata, un organismo ediacarano que producía marcas de alimentación en los tapetes microbianos. Antes del descubrimiento de su fósil corpóreo al lado de las marcas, se pensaba que dichas marchas habían sido hechas por agentes abióticos o por gusanos desconocidos. Fotografía de Fedonkin (2009) The origin of the Metazoa in the light of the Proterozic fossil record.

¿Y a qué va todo esto? Pues para entender mejor la nota. Pues recientemente se publicó un estudio de icnología con unas huellas muy intrigantes que han puesto a girar la cabeza de lado a lado a todo el que lee el artículo. Pues, investigadores de Corea del Sur, Estados Unidos y Australia, presentaron un artículo donde describen lo que parecen ser las huellas de pseudosuquios (parientes extintos de los cocodrilos) que iban caminando ¡en dos patas!

El artículo lleva por título "Evidencia de rastros de grandes crocodilomorfos bípedos del Cretácico de Corea".

Los pseudosuquios bípedos son más o menos raros, pero existieron grupos con la propensión a este tipo de locomoción, como los poposauroideos, que vivieron durante el Triásico y se extinguieron poco antes de empezar el Jurásico.

Poposaurus gracilis, un pseudosuqio bípedo. Arte de Dr. Jeff Martz/NPS.

También existe otro grupo que era bípedo, pero cuyas capacidades bípedas fueron descritas relativamente hace poco, por lo que algunos están sorprendidos de que especies como el popular Postosuchus kirkpatricki fueran bípedos.

Investigación reciente coloca a esta especie y a algunos de sus parientes como bípedos. Arte de Dr. Jeff Martz/NPS.

Las huellas en cuestión fueron descubiertas en la Formación Jinju, que data del Cretácico temprano, probablemente del Aptiano, por lo que su edad rondaría entre 125 y 113 millones de años. Dichas huellas miden entre 18 y 24 centímetros de largo, por lo que se estima que sus hacedores medirían aproximadamente 3 metros de largo. Éstas constan de impresiones de pies con cuatro dedos dirigidos todos hacia el frente y con talones muy marcados.

Las huellas en cuestión. Tomado de Kim et al. (2020).

Estos rastros fueron asignados a un icnogénero previamente conocido: Batrachopus ("patas de rana"), que era conocido del tiempo en el que los pseudosuquios bípedos eran relativamente comunes: el Triásico y Jurásico. ¡Pero estas huellas datan del Cretácico! Además de eso, las huellas muestran una morfología lo suficientemente distintiva de las otras asignadas a Batrachopus, que recibieron su propio nombre de icnoespecie: B. grandis. Esta icnoespecie muestra además huellas con impresiones de piel y las marcas claras de los tubéculos plantares y digitales del pie del hacedor.

Detalle de varias huellas de B. grandis, note la impresión de piel del panel B.  Tomado de Kim et al. (2020).

Gracias a su estudio, otras huellas más jóvenes, del Albiano, procedentes de la Formación Haman, previamente referidas a pterosaurios, son consideradas ahora, como pertenecientes a este icnotaxón. Pero más importante, los autores discuten plenamente que las huellas de las manos pudieran haberse erosionado o que se hubieran registrado en otro estrato superior ahora perdido. Sin embargo, nada apunta a este escenario, sino al menos verosímil: que eran realmente animales desplazándose en forma bípeda.

Reconstrucción artística de los presuntos hacedores de las huellas. Arte de Antoni Romilio y la Universidad de Queensland.

De ser cierto, esto pondría a sus hacedores como pseudosuqios fantasma, de linajes comunes durante el Mesozoico temprano, pero presuntamente ya extintos para cuando se hicieron las huellas. ¿Será que estemos frente a supervivientes discretos de la extinción Triásico-Jurásica? O también ¿podrá ser que se trate de crocodilomorfos (pseudosuqios más avanzados) desconocidos y que esperaríamos encontrar en años venideros en las rocas? Sólo el tiempo y más investigación lo dirá.



Fuente (de libre acceso):

Kim, K.S., Lockley, M.G., Lim, J.D. et al. (2020). Trackway evidence for large bipedal crocodylomorphs from the Cretaceous of Korea. Sci Rep 10, 8680 https://doi.org/10.1038/s41598-020-66008-7


¿Qué comía este anquilosaurio?

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Borealopelta markmitchelli es un dinosaurio del grupo de los anquilosaurios (Ankylosauria) que perteneceía a la familia Nodosauridae, caracterizada por la ausencia de la maza caudal que poseían otros anquilosaurios y por tener grandes espinas a los costados, particularmente aquellas cercanas a los hombros. Este dinosaurio tomó a los medios por sorpresa cuando fue descrito en 2017, aunque ya antes había sorprendido a los paleofrikis cuando vimos las primeras fotos. Y es que, se trata del anquilosaurio más completo conocido.

Borealopelta, foto del fósil visto desde arriba (en la parte superior); esquema del fósil (en el medio) y reconstrucción del tamaño aproximado del ejemplar. Tomado de su descripción original (de acceso libre).

Y no es poca cosa, pues no es un animalito de dos o tres metros, sino un coloso de aproximadamente 5 metros y medio. Además de tener el arreglo de osteodermos intacto, piel preservada e incluso ¡melanosomas que revelaron su color! Borealopelta presenta en la cavidad abdominal, su última cena.

Borealopelta con su coloración inferida por el estudio de melanosomas. Obra de Julius Csotonyi.

Tras llevar a cabo 14 pruebas diferentes para comprobar que no se tratara de una masa fósil no relacionada al dinosaurio, los autores del estudio, publicado en la revista "Royal Society Open Science" (Ciencia abierta de la Sociedad Real -de Londres-), concluyeron que efectivamente, la masa era un cololito.

El nuevo estudio lleva por título (traducido): "Paleoecología dietaria de un dinosaurio acorazado (Ornithischia; Nodosauridae) del Cretácico Temprano, basada en el análisis floral de sus contenidos estomacales".

Pero ¿Qué es un cololito? Probablemente has escuchado de otros "litos" como los coprolitos y los gastrolitos ¿no? Pues un cololito es materia no digerida que se encuentra dentro del tracto digestivo de un animal fósil. Y precisamente, eso es lo que presenta Borealopelta, restos sin digerir de su comida. Tras estudiarlos, los paleontólogos concluyeron que el animal consumió una gran cantidad de helechos, pero también encontraron restos de cícadas y algunos más de coníferas. Y aunque hay porcentajes en el artículo, estos indican lo encontrado en el cololito y no realmente el porcentaje fiel de lo que comía el animal, así que hay que manejar con cuidado esas cifras.

Restos de plantas en el cololito de Borealopelta. a) licopodio con restos de posible selaginela, b-d) helechos, e) planta quemada, f-l) más helechos y m) un tronco pequeño. Tomado de Brown et al. (2020).

Y una de las cosas más interesantes del cololito es la presencia de carbón que el animal consumió. Eso desde luego, no significa que este anquilosaurio se alimentara de carbón a propósito, sino que lo consumió en un ambiente de sucesión ecológica donde ocurrió un incendio forestal. Es decir, este amigo oportunista fue a zamparse los helechos que recién estaban creciendo tras el incendio.

Borealopelta alimentándose de helechos como el estudio sugiere. Obra de Julius Csotonyi.

Este es el primer estudio de la dieta de un dinosaurio con esta cantidad de detalle. Y no es para menos, pues econtrar cololitos es un lío y más el poderlos estudiar y que revelen lo que realmente consumió el organismo. Es por eso que este estudio tiene una gran importancia para conocer más sobre la forma de vida de algunos dinosaurios.


Fuente: (de acceso libre)

Brown, C. M., Greenwood, D. R., Kalyniuk, J. E., Braman, D. R., Henderson, D. M., Greenwood, C. L., & Basinger, J. F. Dietary palaeoecology of an Early Cretaceous armoured dinosaur (Ornithischia; Nodosauridae) based on floral analysis of stomach contents. Royal Society Open Science, 7(6), 200305. https://doi.org/10.1098/rsos.200305

El huevo blando más grande del mundo ¡Era de mosasaurio!

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Los huevos con cáscara son el rasgo reproductivo más característico de un grupo de vertebrados denominado: Amniota. Sin embargo, estos vertebrados suelen tener dos formas de huevo típica. Por un lado, los arquelosaurios (tortugas, cocodrilos y dinosaurios) suelen presentar huevos con cáscaras gruesas y que no suelen deformarse. Aunque claro, hay formas que se salen de esta generalidad, pero de ellas hablaremos otro día. En cambio, los lepidosauromorfos, como tuátaras, lagartijas y serpientes, presentan huevos con cáscaras suaves.


Filogenia de los reptiles (Sauropsida), con los tipos clásicos de huevos que éstos presentan. Ilustraciones de Kawasaki Satoshi.

El huevo del que hablaremos en este post es más parecido al segundo tipo. Fue descubierto en enero de 2011 en la Isla Seymour, ubicada en la Antártida.  Este elemento fósil no fue identificado de inmediato como un huevo, sino que tardó en ser reconocido. Y no es para menos, pues su morfología no es la típica esperada de un huevo y menos su geología, pues fue descubierto en sedimentos marinos que datan del Cretácico tardío, de hace aproximadamente 68 millones de años.

El huevo en cuestión. Tomado de Legendre et al. (2020).

Modelo tridimensional del huevo. Tomado de Legendre et al. (2020).

En un momento de serendipia digno de toda gran historia, el equipo de investigadores notó que podría tratarse de un huevo aplastado. Pero no un huevo como el de una gallina, sino más bien del tipo blando, como el de los lepidosaurios que mencioné más arriba. Y es que, en realidad, no se parecía a nada más. 

Un bebé de Heloderma eclosionando y mostrándonos cómo es que los huevos de los lepidosaurios son blanditos y no cascarudos. Fotografía de Columbus Zoo and Aquarium.

Pero la paleontología no va por ahí con "me parece", sino que se hicieron pruebas. Y de éstas, la más importante tenía que ver con encontrar una cáscara. Pues, de no existir esta, podría tratarse de una concreción rara y nada más. Afortunadamente, el fósil demostró ser un huevo, pues poseía aún gran parte de la cáscara coriácea. Pero desgraciadamente, el huevo estaba vacío y no contenía cría alguna en su interior, lo que sugiere que una vez que la cría salió del huevo, este se fosilizó.

Sección del huevo antártico, con cáscara preservada. rm: matriz de roca, cl: capa calcárea, mt: membrana testácea. Tomado de Legendre et al. (2020).

Entonces la cosa estaba clara: era un huevo de cáscara blanda. Pero ¿de qué criatura? Tenemos varios candidatos posibles. Dinosaurios, tortugas marinas, serpientes y mosasaurios. Por el lado de los dinosaurios, recientemente se describió que algunas especies presentaban cáscaras blandas y aunque los iluminados de facebook andan diciendo que los autores de este trabajo no consideraron esta posibilidad, en realidad si lo hicieron (de ahí la importancia de leer antes de opinar). En la discusión de la naturaleza del huevo, se discute la anatomía de estos huevos blandos de dinosaurios y se muestra que éstos no poseían una capa calcárea (como la que se aprecia en la figura anterior, marcada como "cl"). Y como las tortugas tampoco poseen dicha capa, se puede descartar que pertenezcan a estos organismos.

Una tortuga marina mostrando su cáscara blanda, pero tras análisis más cercanos veremos que evolucionó por cuenta propia de la de las lagartijas y que además, es distinta en su composición.

Por otro lado tenemos a los candidatos dentro del grupo Squamata, lagartijas y serpientes. Estructuralmente, el huevo antártico no es distinto de estos grupos, así que podría pertenecer a cualquiera. La cosa es su tamaño, pues es el huevo blando más grande registrado hasta la fecha, con un diámetro mayor a los 31 cm. Esta talla además lo hace más grande que los huevos más grandes conocidos de dinosaurios no avianos, siendo superado únicamente por los gigantescos huevos del extinto pájaro elefante de Madagascar (Aepyornis maximus), con diámetros de hasta 35 cm.

Comparativa de tamaños entre distintos huevos. Ah si, no lo mencioné pero el huevo antártico lleva por nombre Antarcticoolithus bradyi. Imagen generada por Palaeos.

Con tremendo huevo, la cría en su interior debió ser gigantesca, pero más su progenitor. En el artículo científico se le estima una longitud de entre 9 y 10 metros, con lo que muy pocos organismos entrarían en dicho rango. Dentro de los reptiles marinos del Cretácico justamente hay dos tipos de Squamata con estas tallas, por un lado las serpientes de la familia Palaeophiidae y por el otro, los Mosasaurios. Y en la Formación López de Bertodano, sólo se cuenta con mosasaurios. Por ende, es lógico pensar que estos reptiles son los candidatos ideales para ser los productores de Antarcticoolithus bradyi. Pero hay que estar alerta, pues aunque es altamente probable, también es posible que se trate de un huevo de paleofídida.

Reconstrucción artística de Antarcticoolithus bradyi como un huevo de mosasaurio. Arte de Mauricio Álvarez.

Pero ¿Cómo es que se tiene un huevo fósil de reptil marino? ¿ponían los huevos bajo el agua? La respuesta es no, definitivamente no. Las crías dentro de los huevos necesitan respirar, es decir, llevar a cabo el intercambio gaseoso (respirar no es inhalar y exhalar). Y un huevo de este tipo, bajo el agua mataría a la cría. ¿Entonces? La respuesta es que el progenitor del huevo era un ovovivíparo. Es decir, animales que generan huevos, pero no los expulsan, sino que los retienen en su interior, hasta cercano el momento de eclosionar. Con esto, las crías no se ahogan y se incrementa la calidad del cuidado parental, garantizando un mejor éxito reproductivo.

Modelo tafonómico de Antarcticoolithus bradyi. Tenemos a un progenitor ovovivíparo que da a luz a un huevo a punto de eclosionar, la cría rompe el huevo y sale nadando a la superficie para tomar aire. La cáscara vacía se hunde y llena de sedimento, fosilizándose. Arte de: Francisco Hueichaleo.

Y ¿Qué evidencia hay de que este huevo proceda de un animal ovovivíparo? Pues el grosor de la cáscara. Pues en los animales ovovivíparos (a veces se usa sólo el término vivíparo), ésta es más delgada que en aquellos que sí ponen huevos. Y precisamente, Antarcticoolithus presenta un grosor de cáscara consistente con un ovovivíparo.

Relación del grosor de la cáscara con el tipo de estrategia reproductiva. Ovíparos en azul, vivíparos en naranja. El tamaño de la cáscara de Antarcticoolithus bradyi es consistente con un vivíparo. Su aparente grosor es dado por razones biomecánicas. Tomado de Legendre et al. (2020).

¿Pero no se supone que los mosasaurios eran vivíparos? Considerando que vivíparo es lo mismo que ovovivíparo. Pues esta evidencia no se contrapondría con la que anteriormente sugería que precisamente, estos reptiles no volvían a tierra a poner sus huevos y que en su lugar, darían a luz. Por el contrario, este trabajo refuerza esa idea y la complementa, exponiendo que las cáscaras eran parte importante del proceso y que estos reptiles no nacían como delfines, sino como lo que eran, lagartijas.

En un trabajo previo, publicado en 2015, se mostraban crías pequeñitas de mosasaurio que se fosilizaron mar adentro, sugiriendo que estos reptiles no ponían huevos en la costa, sino que los llevaban en su interior y daban a luz. Hoy, este modelo, cobra fuerza. Arte de Julius Csotonyi.

Sin duda, este es un trabajo que tardó años en cocinarse pero que deja un muy buen sabor de boca a los paleofrikis, pues nos ayuda a entender mejor cómo se reproducían estos carismáticos reptiles de la era de los dinosaurios.

Fuente:
Legendre, L.J., Rubilar-Rogers, D., Musser, G.M. et al. A giant soft-shelled egg from the Late Cretaceous of Antarctica. Nature (2020). https://doi.org/10.1038/s41586-020-2377-7

Los huevos de los dinosaurios

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¡Ya estoy de regreso! Y ahora, con más paleonews.

Por si se lo perdieron, les tengo esta noticia que salió hace unas semanas, sobre la naturaleza de los huevos de los dinosaurios. Si recuerdan el post previo del blog, vimos que en general, el linaje de los arquelosaurios, integrado por tortugas, cocodrilos y aves (más todos los parientes geniales extintos como dinosaurios y pterosaurios) solían poner huevos con cáscara dura... Y que en cambio, el linaje de los lepidosauromorfos, integrado por tuátaras, lagartijas y serpientes (que son lagartijas especializadas sin patas), suelen poner huevos de cáscara blanda. Sin embargo, nueva información parece contradecir dichas generalidades.

Huevos de gallina, el típico huevo de cáscara dura.

Dentro del linaje de los arquelosaurios, es bien sabido que las tortugas marinas ponen huevos con cáscaras blandas.

Huevos de tortuga marina, típico ejemplo de huevos blandos.

Pero también, sabemos gracias a hallazgos de 2014 que los pterosaurios ponían huevos similares, con cáscaras blandas.

Huevos blandos de pterosaurio. Arte de Zhao Chuang.

Y ¿qué hay de los dinosaurios? Bueno, pues gracias a hallazgos como los huevos de ceratopsio (que hoy sabemos que muchos eran en realidad de oviraptóridos) que trajo Roy Chapman Andrews de las expediciones de inicios de siglo XX del Desierto del Gobi, o los que se descubrieron en 1978 en Montana, que correspondían a Maiasaura, se hipotetizó que los huevos de dinosaurio eran como los de las aves, rígidos con cáscaras duras.

Huevos de dinosaurio recolectados por Roy Chapman Andrews.

Sin embargo, un nuevo estudio vino a reexaminar la evidencia, encontrando que no era el caso y que sorpresivamente, ¡había grupos de dinosaurios que ponían huevos blandos! Estos eran similares a los de las tortugas y pterosaurios. Pero ¿quiénes eran estos saurios con huevos aguados?

Huevo blando del pterosaurio Hamipterus tianshanensis. De Wang et al. (2014) "Sexually dimorphic tridimensionally preserved pterosaurs and their eggs from China". 

Entre los dinosaurios cuyos huevos no presentaban una gruesa capa de calcita tenemos a  Massospondylus sp. del Jurásico temprano de Sudáfrica. Por otro lado, los huevos de Mussaurus patagonicus, del Triásico tardío de Argentina y los de ceratopsios como Protoceratops sp. del Cretácico tardío de Mongolia, presentaban huevos con cero calcita, siendo aún mucho más blandos que los de Massospondylus

Distribución de la anatomía de los huevos de dinosaurios, cocodrilos y pterosaurios. En azul las membranas, en rosa, las cáscaras con calcita (de huevos rígidos). Los huevos de terópodos avanzados muestran además pigmentación, pero eso lo dejaremos para otro post. Tomado de Norell et al. (2020).

Por otra parte, los dinosaurios con huevos cascarudos, como de gallina, estarían representados por eusaurópodos macronarios, es decir los camarasaurios, braquiosaurios y titanosaurios; los ornitópodos, como Maiasaura y todos los terópodos. Por la distribución de los caracteres (ver imagen anterior), todo apunta a que el ancestro común de dinosaurios y pterosaurios se reproducía con huevos blandos. Esto implica por ende, que las cáscaras rígidas habrían evolucionado de forma independiente en cocodrilos, ornitópodos, saurópodos avanzados y terópodos (quienes a su ves la heredarían a las aves, que son terópodos también).

Recreación de un nido de Maiasaura, con huevos de cáscara rígida. Exhibido en el Museo de Historia Natural de Londres. Fotografía de Drow male.

Con esta nueva interpretación, es evidente por qué no tenemos más huevos tempranos representados (i.e. huevos de dinosaurios basales) y por qué tenemos tan pocos huevos fósiles de dinosaurio, además de que siempre son los mismos grupos. Hará falta descubrir huevos de los otros grupos para poder saber si eran como sus ancestros, de huevos blandos o más como las aves, picos de pato y titanosaurios, de huevos rígidos.

Fuente:
Norell, M. A., Wiemann, J., Fabbri, M., Yu, C., Marsicano, C. A., Moore-Nall, A., ... & Zelenitsky, D. K. (2020). The first dinosaur egg was soft. Nature, 1-5.


P.S. Esto además descarta que el huevo antártico fuera de un pico de pato o un titanosaurio, como algunos desubicados sugieren.

El nuevo rostro de Dilophosaurus wetherilli

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Entre las muchas sorpresas que nos trajo este 2020 en la paleontología, tenemos un cambio muy anticipado por la comunidad científica, pues se acaba de publicar el estudio más completo del material holotípico (el que representa a la especie) y de otros esqueletos y huesos atribuidos a Dilophosaurus wetherilli y pues... ¡Cambió de apariencia!

Nueva reconstrucción de Dilophosaurus wetherilli. Arte de Brian Engh.

Pero ¿por qué ocurren estos cambios? ¿Por qué los científicos no se pueden poner de acuerdo? Bueno, la realidad es que la paleontología es una ciencia que como todas, cambia conforme aparece nueva evidencia. Y es lo más normal y preferible del mundo. No queremos que el conocimiento se estanque. Y lo más importante, como es la norma, no se descubrió un esqueleto completo y 100% articulado, sino que se descubrieron varios materiales que fueron estudiados y reportados por primera vez en 1954 por el paleontólogo Samuel Paul Welles. Y seguro que has visto este esqueleto...

Modelo de esqueleto reconstruido de Dilophosaurus. Fotografía de Eduard Solà.

Y pues malas noticias, gran parte de su cabeza está reconstruida a partir de un cráneo real aplastado, el UCMP 37302.

Cráneo del holotipo de Dilophosaurus wetherilli. La flecha indica la dirección hacia la punta del hocico. Modificado de Marsh y Rowe (2020).

Además de un segundo ejemplar, el UCMP 77270. Es este ejemplar el que se encuentra más completo y del que hablaremos un poco más.

Ejemplar UCMP 77270. Modificado de Marsh y Rowe (2020).

Entonces este famoso cráneo, que hemos visto en todos lados era una reconstrucción.

Este cráneo, está basado en los ejemplares anteriores, pero su estudio fue un poco somero en un inicio. Fotografía de Eden, Janine and Jim. Atención a la flecha roja.

Si bien los autores del nuevo estudio se muestran cautos sobre decir tajantemente cuál era la forma de la cresta (dado que no tienen elementos para asegurar su forma completa), sí que presentaron algo importante y obviado anteriormente. Si miran el cráneo "clásico" notarán una especie de "punta" que indiqué con una flecha roja en la imagen anterior. Esa púa ósea realmente no estaba en esa parte y su posición es una mala interpretación. Si vemos el cráneo UCMP 77270, notaremos que dicha púa se sitúa en realidad detrás de la órbita, formando parte de la misma.

Forma del cráneo de Dilophosaurus wetherilli según lo reconstruido por Marsh y Rowe (2020). Ilustración de Brian Engh.

Si observamos la reconstrucción del cráneo, notaremos que los autores sólo colocan la parte conocida de la cresta. Que por si lo sospechabas, sí, es doble, como siempre se había interpretado, pero su típica forma con borde redondeado es un misterio. Quizá no fuera así, quizá sí. De cualquier forma, no era una cresta lisa, sino rugosa y que los autores sospechan, tendría una cobertura queratinosa, como la de la gallina de Guinea (Numida meleagris).

Cráneo del mismo individuo de gallina de Guinea, con y sin la cubierta de queratina. Tomado de Angst et al. (2020).

Pero lo más importante del estudio para los científicos no es el cambio de la forma del cráneo de Dilophosaurus, sino su esquema de clasificación. Anteriormente, se le incluía dentro o cercano al grupo de los Coelophysoidea. Esto en gran parte por lo aparentemente primitivo de su esqueleto (que nadie había revisado con este nivel de detenimiento antes) y por la presencia de una escotadura entre el maxilar y el premaxilar que les da a estos dinosaurios cráneos con una especie de "gancho" en la parte anterior del hocico.

Coelophysis bauri de Marco Pineda.

Sin embargo, tras este nuevo análisis de los restos, resultó que Dilophosaurus no es un celofisoide gigante, sino un miembro avanzado en Neotheropoda, muy cercano al grupo de los terópodos avanzados, conocido como Averostra ("caras de ave").

Arreglo sistemático de Dilophosaurus basado en Marsh y Rowe (2020). Ilustraciones de Satoshi Kawasaki.

Estos cambios fueron producto de un muestreo amplio de características en ejemplares recolectados y almacenados por años. Sin este tipo de trabajos formales, estaríamos viendo cosas caducas, por lo que es muy importante que se lleven a cabo más estudios como estos sobre todo en especies que son conocidas por unos cuantos ejemplares.


Referencias:
Angst, D., Barnoud, J., Cornette, R., & Chinsamy, A. (2020). Sex and ontogenetic variation in the crest of Numida meleagris: Implications for crested vertebrates. The Anatomical Record, 303(4), 1018-1034.

El último alvarezaurio

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Los alvarezsaurios (Alvarezsauria, Bonaparte, 1991) son un grupo de pequeños dinosaurios de proporciones gráciles cuyo rasgo más característico es la reducción de los dígitos de la mano. Esta reducción llega a extremos como en Linhenykus monodactylus, del Cretácico tardío (ca. 78 Ma) de Mongolia, que poseía únicamente un dedo.

Esqueleto de Linhenykus, tomado de Xu et al. 2013. Acta Palaeontologica Polonica 58 (1), 25-46.

Y pues recientemente, se ha descrito a una nueva especie que es la última conocida del grupo. Anteriormente, el alvarezsaurio más reciente conocido era Albertonykus borealis, que vivió hace 68.5 millones de años en lo que hoy es América del Norte. Ahora, el recién llegado supera esta edad, al registrarse en la biota de la Formación Hell Creek, que tiene una edad de entre 68 y 66 millones de años.

Albertonykus por cisiopurple.

La nueva especie lleva por nombre Trierarchuncus prairiensis. Tranquilo, que sé que es feo. Ese nombre se pronuncia como: tri / e / rar / kun / cus  // pra / iri / en / sis. Este galimatías, deriva del griego τριήραρχος (triérarkos), que era el nombre dado a los comandantes del navío de guerra conocido como trirreme; además del latín uncus, que significa "gancho". Por lo que el género se traduce como "el gancho del capitán del trirreme". El epíteto específico hace referencia a que fue descubierto en las praderas de Montana. Ahora ¿por qué la referencia a los trirremes griegos? Ni idea.

Reconstrucción artística de Trierarchuncus prairiensis. Escultura exhibida en el Dickinson Museum Center.

Esta especie nueva está representada por un conjunto de garras manuales que son inmediatamente reconocibles como de alvarezsaurio por la posesión de un par de forámenes en la región proximo-distal. Y se distingue de otros alvarezsaurios en detalles de la anatomía de la garra, como Albertonykus en la posesión de surcos más marcados en la garra.

Holotipo (MOR 6622) de Trierarchuncus. Tomado de Fowler et al. (2020).

Además, la especie cuenta con un un tercer metatarsal, una parte distal de radio y una cadera parcial con pubis e isquion. Estos elementos han sido identificados como de alvarezsaurio y los autores de la descripción de esta nueva especie los han asociado, sin evidencia, pero bajo la hipótesis de que sólo debió de existir una especie de alvareszaurio en la Formación Hell Creek. Sin embargo, la existencia de un alvarezsaurio en la fauna de Hell Creek -una de las últimas faunas de dinosaurios no avianos- atestigua que este grupo de reptiles se encontraba con una diversidad más alta de lo que antes se pensaba. Quién sabe qué nuevas sorpresas deparen los últimos dinosaurios.

Fuente:

Fowler, D. W. et al. (2020). Trierarchuncus prairiensis gen. et sp. nov., the last alvarezsaurid: Hell Creek Formation (uppermost Maastrichtian), Montana. Cretaceous Research, 104560. 


¿Son los heterodontosáuridos, paquicefalosaurios basales?

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Los heterodontosáuridos ("reptiles con dientes diferentes") son una familia de dinosaurios ornitisquios que fue creado por el anatónomo y paleontólogo Alfred Sherwood Romer en 1966 para agrupar a lo que por aquél entonces eran sólo 4 géneros: Heterodontosaurus, Geranosaurus, Lycorhinus y Echinodon. Hoy, se han sumado 5 géneros más y sabemos que este grupo tuvo un rango geológico que va del Jurásico temprano al Cretácico temprano, entre los 200 y los 133 millones de años.

Modelo y cráneo de Heterodontosaurus tucki, la especie tipo del grupo. Modelo de Tyler Keillor, en Sereno (2012), ZooKeys 226: 1-225.

Tradicionalmente, este grupo se sostuvo como monofilético, es decir, que todos sus miembros descendían de un único ancestro común. Y además, se solían ubicar en la base de los ornitisquios, como uno de los grupos menos derivados de estos dinosaurios.

Biogeografía y arreglo sistemático (monofilético) de los heterodontosáuridos. Tomado de Sereno (2012), ZooKeys 226: 1-225.

Sin embargo, un nuevo estudio sugiere algo radicalmente opuesto: que los heterodontosáuridos no eran monofiléticos y que en su lugar, eran un grado evolutivo que condujo hacia los Pachycephalosauria. Un grado evolutivo consiste de una serie de especies que no tienen un ancestro común único, sino varios y que además, se transforman gradualmente en otro grupo, volviéndose una agrupación parafilética (que excluye a ese grupo nuevo que deriva del anterior) y por ende, no válida para el sistema de clasificación actual. Un ejemplo de este tipo de grupo son los "acantodios", que dieron origen a los condrictios.

Ejemplo de un grupo parafilético. En rojo, los "acantodios", que como se aprecia, incluyen al grupo azul de los condrictios, por lo que Acanthodii no es un grupo válido. Algo así le pasa a los heterodontosáuridos. Ilustraciones de Kawasaki Satoshi.

Lo sorpresa más grande es ver precisamente este cambio, de estar en la base de Ornitischia "saltaron" hacia la base de Pachycephalosauria.

Nueva hipótesis filogenética con los heterodontosáuridos como grupo parafilético (en azul obscuro, abarcando desde Fruitadens y Lycorhinus hasta Tianyulong y Echinodon). Tomado de Dieudonné et al. (2020).

Si esta hipótesis está en lo correcto, se llenarían millones de años de evolución, pues los paquicefalosaurios deberían haber aparecido desde el Jurásico y todo su registro se limita al Cretácico. Pero no nos emocionemos. Esta, como toda comunicación científica es sujeto de debate entre los expertos en el tema. Por lo que más adelante veremos si esta topología (forma del "árbol") se sostiene con análisis posteriores o no. Por ahora, se da respuesta a la aparentemente inconexa relación de los grupos de ceratopsios y paquicefalosaurios, pues en este análisis Marginocefalia (el grupo que los une), queda delimitado con únicamente un carácter de la región posterior del cráneo que tambalea precariamente. Ya veremos qué sucede más adelante.

Fuente:
 P. -E. Dieudonné , P. Cruzado-Caballero , P. Godefroit & T. Tortosa (2020): A new phylogeny of cerapodan dinosaurs, Historical Biology, DOI: 10.1080/08912963.2020.1793979

Nuevo "dientes de sable" (pero no es lo que crees)

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Los "dientes de sable" son ubicados casi por todos como los gatos de la subfamilia Machairodontinae y específicamente ligados al género Smilodon. Sin embargo, un buen paleofriki sabe que la evolución hace de las suyas y que existen varios tipos convergentes con los dientes de sable (los macairodontinos). Entre ellos tenemos al famoso "dientes de sable marsupial", del género Thylacosmilus.

Smilodon fatalis, el dientes de sable típico de América del Norte (y el más conocido). Reconstrucción de Sergio de la Rosa.

Y recientemente se ha descrito una nueva especie emparentada a este último. Sin embargo, dos aclaraciones: la convergencia dental no implica una convergencia en el uso o en los hábitos de la criatura. Por ejemplo, sabemos que los Smilodon eran depredadores, pero el buen Hydropotes, otro mamífero "dientes de sable" es un vegetariano. Además, nueva información de Thylacosmilus parece descartar que fuera un superdepredador, pero de eso hablaré más adelante.

Hydropotes inermis, un "dientes de sable", que es en realidad una especie de cérvido. Fotografía de David Stang.

Y la otra aclaración es que, aunque se les llama "dientes de sable marsupiales", los Thylacosmilinae no eran marsupiales, propiamente dichos. O sea, que no pertenecían al grupo llamado Marsupialia, cuyos representantes modernos incluyen tlacuaches (Didelphidae), canguros (Macropodiformes), koalas, wombats (Vombatiformes) y más.

Ejemplos de marsupiales modernos. Composición de LittleJerry.

No, los típicamente llamados "marsupiales gigantes sudamericanos" eran en realidad miembros de un grupo llamado Sparassodonta, que vivió del Paleoceno al Plioceno.

Reconstrucción de Thylacosmilus atrox, el esparasodonto más carismático. Arte de Velizar Simeonovski.

Y es a este grupo al que pertenece el recientemente descrito: Eomakhaira molossus. El nombre de esta criatura significa "Cuchillos del amanecer, con rostro chato". Lo de los cuchillos es, como se imaginan, por su rasgo más peculiar, un par de caninos gigantes que, curiosamente, no están tan hipertrofiados como los de Thylacosmilus y además, tampoco son tan delgados, pues poseían una forma muy robusta.

Cráneo holotípico de Eomakhaira molossus (SGOPV 3490). Tomado de Engelman et al. (2020).

Este esparasodonto fue descubierto en una localidad llamada "Cachapoal", en la Región Libertador General Bernardo O’Higgins, de Chile. La edad exacta del sitio está aún bajo estudio, pero por la asociación de fósiles, se le estima una edad de 31 millones de años, lo que coloca a Eomakhaira en el Oligoceno temprano. Con esta edad, Eomakhaira es anterior a otros Thylacosmilinae, lo que lo coloca como un candidato a ser un vínculo entre estos animales dientes de sable y los Proborhyaenidae más convencionales, que es la familia a la que pertenecen. Y bueno ¿Qué tan grande era? Bien, pues los paleontólogos estimaron su masa corporal en unos 9.9 kg y tendría unas dimensiones modestas, de unos 90 cm a un metro de largo y con una altura a la cruz de unos 30 cm.

Eomakhaira molossus comparado con otros esparasodontos. Tomado de Engelman et al. (2020).

Descubrimientos como este, van llenando poco a poco nuestro conocimiento de estos intrigantes animales. Eomakhaira molossus es un ejemplo claro de la necesidad de seguir investigando sobre mamíferos, aún si estos no son del todo llamativos para el público general, este pequeño mini dientes de sable chatito, guarda un lugar importante en la evolución de los esparasodontos tilacosmilinos y desde luego, en el conocimiento de la paleofauna que tanto atesoramos los paleofrikis.


Referencia:

La historia de Oculudentavis khaungraae

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Si usted creía que Spinosaurus aegyptiacus fue la noticia más discutida de este año (ver nuestro video parte 1 y parte 2), piénselo dos veces, pues la comunidad científica parece haber puesto más atención a otro hallazgo, particularmente el de Oculudentavis khaungraae.

El fósil maldito de Oculudentavis khaungraae. Tomado de Xing et al. (2020)†.

Esta historia inicia el 11 de marzo de 2020 con la publicación en la revista Nature de un artículo titulado "Hummingbird-sized dinosaur from the Cretaceous period of Myanmar". En dicho artículo se propone una nueva especie a partir de un ejemplar conservado en ámbar, de hace 99 millones de años (Cretácico tardío ), procedente de Birmania. Dicha especie es Oculudentavis khaungraae, nombre que significa "ave dentada de Khaung Ra" y como el nombre indica, sus descriptores la identificaron como un avecilla. Pero no cualquiera, sino la más pequeña del registro fósil del Mesozoico, pues extrapolando el tamaño del cráneo, se tendría a un ave del tamaño de un colibrí.

Oculudentavis reconstruido como un ave. Arte de Han Zhixin.

Sin embargo, la crítica no se hizo esperar. Los expertos de Facebook arremetieron contra los autores del estudio alegando que el cráneo era de un reptil no aviano (y tampoco dinosauriano). A estos expertos calificadísimos como mis calcetines, se sumó un grupo de personas que publicó una especie de "artículo" en el repositorio BioRxiv, el 18 de marzo de 2020. Dicho "artículo" en realidad es un preprint, un documento que nadie ha revisado por pares y por ende, no es ciencia. Y ojo con esto, porque actualmente tenemos una marea de pre-prints no revisados que se están haciendo pasar por ciencia. No señores, la ciencia se revisa por pares, no se "publica" en el equivalente de Twitter ese.

El preprint de debate contra Oculudentavis como un ave. Clic para ver.


En fin. Los autores del estudio original de Oculudentavis de todas formas respondieron a ese preprint, con un preprint (touché) el 14 de junio de 2020. Donde rebatieron todas y cada una de las afirmaciones del primer pr-print, descartándolas. E incluso, presentan un nuevo análisis filogenético con más resolución que ubica a este taxón como una enantiornita. Este intercambio espurio no debió de haberse presentado en este tipo de medios, sino en una revista formal, como se ha hecho antes. Quizá con el tiempo estos preprints se conviertan en artículos, pero viendo lo que pasó a continuación, queda muy en duda que pase algún día.

Preprint de respuesta de los autores originales de Oculudentavis. Clic para ver.

Pues resulta que hoy, 22 de julio de 2020, los autores de Oculudentavis fueron obligados a retractar su artículo original (el único que sí fue un paper) de la revista Nature. Bajo la siguiente consigna (traducida):

Nosotros, los autores, estamos retractando este artículo para prevenir que información incorrecta permanezca en la literatura. Aunque la descripción de Oculudentavis khaungraae sigue siendo correcta, un nuevo espécimen no publicado arroja dudas sobre nuestra hipótesis concerniente a la sede filogenética de HPG-15-3 (el holotipo de Oculudentavis).
Esto es algo sin precedentes en la paleontología, pues nunca antes se había retractado un artículo para "prevenir que información errónea permanezca en la literatura". Los "errores" no se borran de la literatura, deben permanecer ahí para poder sopesar las consecuencias y poder apreciar mejor el proceso de generación del conocimiento. Si fuéramos retractando papers por erróneos, hay muchísimos que se deberían retractar y casi todos deberían resubirse con correcciones, pero ese no es el modus operandi de la ciencia. Ni que fuera servidor de discord.

La infame retracción del artículo. Clic para ver.

Los que conocemos el otro trasfondo, sospechamos que acá ocurre algo más turbio. Y es que, el ámbar de Birmania ha estado bajo el escrutinio público luego de que se reportasen las condiciones deplorables de su extracción y se asociara su comercio al financiamiento del conflicto armado de la zona. En fin, todo un tema de discusión aparte. 

Portada de uno de los artículos más completos sobre el comercio del ámbar de Birmania y sus problemáticas. Clic para ver el PDF completo.

La cosa es que, la Sociedad de Paleontología de Vertebrados emitió una carta dirigida a casi toda revista de paleontología y afines, para que no publiquen más trabajos científicos con ámbar procedente de Birmania. Esta cuestionable y discutida decisión pudo haber influido, pero no podremos estar seguros.

La carta de la SVP a los editores de las revistas científicas. Clic para leer completa.

La cosa es que, por el momento, la verdadera asignación taxonómica de Oculudentavis khaungraae es un misterio (pues no se puede verificar, opinar cualquiera puede). Y la validez de este nombre científico queda en entredicho, pues el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica, que es el que rige la nomenclatura animal, no establece qué hacer en casos como estos, donde un nombre es publicado, pero el artículo donde se publicó es retractado. De tal forma que esto, es un precedente en varios puntos. Esperemos que la comunidad científica aprenda algo de esta experiencia y que esto no se vuelva tendencia por linchamientos en redes sociales, porque así no es como debería funcionar la ciencia.

El tío Palaeos, viendo qué pasó hoy...

¡Fiú! Que bueno que no le hicimos video y tuvimos la mesura de esperar a ver qué pasaba.

Un "eslabón perdido" entre cocodrilos de África y América

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Empecemos este post aclarando una cosa importante: los eslabones perdidos no existen, es sólo una metáfora usada actualmente para indicar que algo es un vínculo entre otros conjuntos. En este caso, les hablaré de una nueva especie de cocodrilo que presenta una morfología y edad que cuadra con lo esperado para este "eslabón".

Reconstrucción del aspecto en vida de Crocodylus checchiai. Obra de D. A. Iurino.

El nuevo cocodrilo es llamado Crocodylus checchiai, una especie descrita por el paleontólogo italiano Angiola M. Maccagno en 1947. El cráneo holotípico fue recolectado en 1938 en la zona de As Sahabi, ubicada en Libia. Y por mucho tiempo se pensó que simplemente era un Crocodylus niloticus (el cocodrilo del nilo), pero que desde 2012 se pensó que en realidad no era el caso y en este estudio del 2020 se confirma que no, no es un cocodrilo del nilo, sino una especie válida.

Reconstrucción del cráneo de C. checchiai por Jaime Bran (usada con permiso). Clic aquí para ver más de sus obras.

Pero lo más interesante son sus afinidades, pues como los cocodrilos del nuevo mundo, C. checchiai, presenta un promontorio en la región nasal, llamado formalmente "prominencia rostral medial", mientras que el resto de cocodrilos fósiles de África, carecen de ella.

Cráneo de C. checchiai, modelo 3D disponible en este enlace. La flecha mal dibujada representa la ubicación de la prominencia rostral medial.

Crocodylus acutus, el cocodrilo americano, con su prominencia nasal.

Y cuando se llevó a cabo el casi obligatorio análisis filogenético, resultó que C. checchiai estaba más emparentado al clado que contiene a los cocodrilos americanos, pero que en su base tiene al discutido C. niloticus.



Cladograma resumido de relaciones de cocodrilos africanos (se omite al resto para mayor claridad) y americanos (en verde). Note cómo C. checchiai es un intermedio filogenético entre África y América, con morfología de cocodrilo americano, pero viviendo en África. Modificado de Delfino et al. (2020).

Y esta topología del árbol ya había sido sugerida con análisis moleculares. Pero claro, sin la presencia del cocodrilo fósil recién publicado.

Cladograma de cocodrilos modernos usando datos moleculares. Note la rama verde (cocodrilos americanos) y su relación estrecha con el cocodrilo del Nilo (en azul). Figura tomada de mis clases, cladograma tomado de Erickson et al. (2012).

Y bueno ¿de cuándo es? Bien, aunque la geología de la zona de donde proceden sus fósiles es discutida, todo parece indicar que al menos, data del Mesiniano, lo que corresponde a la parte final del Mioceno, de hace unos 7 millones de años aproximadamente. Esta edad es justamente la esperada para ese vínculo africano "perdido", pues los cocodrilos americanos (Crocodylus) aparecen justamente durante el Mioceno tardío, con sus primeros registros ni más ni menos que en Chiapas, México, mismos que fueron reportados por mi colega Gerardo Carbot-Chanona (les juro que no me pagó para esta mención).

El mundo durante el Mioceno tardío. Los puntos señalan la ubicación de C. checchiai y de Crocodylus sp. en Chiapas. Mapa de Robert Scotese.

Así que todo calza, los cocodrilos americanos surgieron de un ancestro similar a C. checchiai en África y posteriormente se dispersaron por el Atlántico hasta llegar a las américas, durante el Mioceno tardío, quizá por la presión del evento de la crisis salina del Messiniense o simplemente como un fenómeno más de dispersión y colonización, como los que han tenido lugar a lo largo de la historia de la vida en la Tierra©.


Referencia principal:

Delfino, M., Iurino, D.A., Mercurio, B. et al. Old African fossils provide new evidence for the origin of the American crocodiles. Sci Rep 10, 11127 (2020). https://doi.org/10.1038/s41598-020-68482-5


El monstruo de Collins, un nuevo lobopodio acorazado

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Cuando decimos "monstruo" cada quién piensa lo que quiere. Y es que esa palabra tiene una plétora de significados, desde una criatura fantástica, a una cosa aterradora y malvada, a un organismo deforme. Sin embargo, cuando los biólogos decimos "monstruo" generalmente hacemos uso de la definición que implica algo extraordinario e inverosímil y lo solemos hacer con la mejor de las intenciones. Esto fue lo que hizo Desmond Collins en 1986 cuando describió informalmente un fósil recolectado en la Columbia Británica, en Canadá, específicamente en una cantera que hoy lleva su nombre y que se encuentra dentro del Parque Nacional Yoho. Collins escribió muy apropiadamente un "¿Qué es?" al lado de la fotografía de uno de los especímenes, que hoy se considera el holotipo de una nueva especie.

El monstruo de Collins. Ejemplar ROMIP 52703. Barra de escala de 5 mm. Tomado de Caron y Aria (2020).

Esta criatura recibe hoy el nombre de Collinsovermis monstruosus, que significa "el monstruoso gusano de Desmond Collins". Esta criatura poseía 8 pares de patas "normales", terminadas en una uña sin división. Delante, poseía seis pares de patas repletas de espinas largas y terminadas con uñas dobles. Además, en el dorso contaba con 14 pares de espinas, con las más grandes cercanas a la parte media-anterior del cuerpo. Su cabeza era pequeña, pero poseía un escudo cefálico dorsal (presuntamente defensivo) y terminaba en una boca redondeada con dos tentáculos laterales. Collinsovermis era un lobopodio armado. Pero ¿Qué es un lobopodio? (del inglés "lobopodian", no confundir con el término anatómico).

Reconstrucción del aspecto en vida de Collinsovermis monstruosus, de la artista Danielle Dufault.

Estas criaturas misteriosas forman parte de un grupo de animales extinto y presuntamente relacionado a los actuales "gusanos de seda", formalmente llamados onicóforos. Estos onicóforos representan parientes basales de los más exitosos artrópodos (pero no son artrópodos). Y Collinsovermis era uno de esos lobopodios extintos que además, eran marinos.

Un onicóforo de la familia Peripatidae. Foto de (CC) caseytunia.

Collinsovermis monstruosus vivió durante el Cámbrico 'medio', durante el Wuliano, entre hace 509 y 504.5 millones de años. Por la morfología que presenta, se ha interpretado que sus primeros apéndices, repletos de "espinas" funcionarían como un mecanismo tipo "red" para capturar partículas suspendidas y que sus apéndices posteriores, más robustos le servirían como un mecanismo de anclaje a algún sustrato.

Ovatiovermis cribratus, otro lobopodio que probablemente tenía un modo de vida similar a Collinsovermis. (CC) Nobu Tamura.

Esta nueva especie y su descripción ha creado una nueva familia, la Teratopodidae, nombre que significa "patas monstruosas" y que agrupa (de momento) a los géneros Acinocricus y Collinsium, así como a una forma aún no descrita que también es otro de los monstruos descritos por Desmond Collins.

Relaciones filogenéticas de Collinsovermis. Tomado de Caron y Aria (2020).

Nuevos estudios como estos nos van dando más luz sobre la diversidad de lobopodios durante el Cámbrico y nos revelan nuevos aspectos de su taxonomía y modo de vida. Sin duda estas alucinantes criaturas fueron todo un espectáculo natural.


Fuente:

Caron, J., & Aria, C. (2020). The Collins’ monster, a spinous suspension‐feeding lobopodian from the Cambrian Burgess Shale of British Columbia. Palaeontology. doi:10.1111/pala.12499 

Camellos ¡en marfil de mamut!

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Si entró usted a ver si no le mentía, déjeme decirle que no, realmente el título describe la nota que está usted a punto de leer. Pues este mes se dio a conoce un hallazgo arqueológico bastante curioso: los primeros registros de camellos grabados en un trozo de defensa de mamut.

Defensa tallada con camellos. Tomado de Esin et al. (2020).

Si no pudo ver los camellos, descuide, en este dibujo de los grabados es un poco más claro. Preste especial atención al camello en rojo y al naranja, que son los más completos. Tomado de Esin et al. (2020).

Y si tampoco, pruebe ahora con esta imagen.


El hallazgo se reportó recién este 10 de julio y consta de una defensa de mamut (también llamados de forma incorrecta "colmillos") de poco más de un metro y medio que fue descubierta en 1988, pero que recién fue estudiada.  Esta fue descubierta en el río Tom (o Tomsk), al norte de la República de Altai, en Rusia. La especie a la que pertenecía la defensa es Mammuthus primigenius, el mamut lanudo. Se estima que la defensa tiene entre 13,100 y 13,005 años antes del Presente.

Defensa de mamut lanudo con grabados. Tomado de Esin et al. (2020).

La escena con los camellos es bastante curiosa, pues en la zona no son frecuentes los restos de camello. Tanto así que únicamente se ha registrado una especie para esta temporalidad: Camelus knoblochi, de la que hablaré más adelante en un video. Y casi con toda seguridad, estos camellos representan a esa especie, pues no muestran indicios de haber sido domesticados, lo que concuerda con los datos de ADN y arqueológicos que sitúan la domesticación de los camellos asiáticos entre el 4,000 y 3,000 antes del Presente.

Izquierda, el camello asiático doméstico (Camelus bactrianus) y a la derecha, el camello pleistocénico Camelus knoblochi. Reconstrucción de Roman Uchytel.

Cabe destacar que esta no es la primera representación plesitocénica de camellos, pues se conoce una de arte rupestre que se estima en una antigüedad de entre 14,200 y 10,400 años antes del Presente. En esta, se muestran camellos de pie, mientras que los camellos de la defensa se muestran con lo que parecen ser lanzas clavadas en el cuerpo, lo que sugiere que estos animales eran cazados. Sin embargo, el arte rupestre, procede de la cueva de Ignatievskaya, en los montes Urales, lo cual está bastante alejado del sitio de donde procede la defensa fósil.

Pintura rupestre de camello en la cueva de Ignatievskaya. Tomado de Tomado de Esin et al. (2020).

Con esta evidencia, se puede afirmar que los camellos en la defensa de mamut representan el grabado con camellos más antiguo del mundo, al menos, hasta ahora. Esto podría dar respuesta a la interrogante más prevalente en la historia de la domesticación del camello bactriano y señalar a su potencial ancestro.

Fuente:

Ensin, Y.N., Magail, J., Monna, F., Ozheredov, Y.I. (2020). Images of camels on a mammoth tusk from West Siberia. Archaeological Research in Asia, 22, 100180.

Erupción dental tipo tiburón: ancestral a los mandibulados

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¿Alguna vez has visto dientes de placodermo? ¿No? Bien, no es de extrañar, pues no son algo común. Estas estructuras son tan inusuales que durante un tiempo se pensó que no poseían dientes. Y cuando se descubrieron, se encontraron en grupos muy derivados como los artódiros (el grupo al que pertenece el popular Dunkleosteus).

Dunkleosteus cenándose a un Cladoselache (un condrictio primitivo). Y no, esos "dientes" son en realidad placas mandibulares (infra y supragnatales). Arte de Julius Csotonyi.

Y cuando se comenzaron a descubrir en más y más grupos, algo quedó claro: los dientes de los placodermos, los primeros "peces" mandibulados, se perdían fácilmente y no se solían preservar. Éstos estaban por lo general, dispuestos en placas dentales ubicadas en el borde de la mandíbula.

Odontodos en una placa infragnatal (el equivalente de una mandíbula) del placodermo Compagopiscis croucheri. La adición de estos odontodos (se discute que sean dientes genuinos) es tipo pez óseo, de lado y en una única fila. Tomado de Donoghue y Rücklin (2016) Evolution & Development, 18(1): 19-30.

Y un nuevo estudio pone de manifiesto algunas cosas interesantes sobre los dientes de RadotinaKosoraspisTlamaspis y un ejemplar ( CPW.9) previamente identificado erróneamente como Romundina.

Radotina tesselata, un placodermo primitivo del grupo de los acantotorácidos (Acanthothoraci), que se sospecha, fueron los primeros vertebrados con mandíbulas. Y no, no es un caramelo gigante, sino una concha vacía de un nautilo de concha recta. Reconstrucción de Jan Sovak.

Resulta que por principio de cuentas, el estudio de los dientes de los géneros antes mencionados revela que el tipo de erupción dental de estos placodermos era de atrás de la boca, hacia afuera, de forma muy similar a como crecen los dientes en los tiburones modernos, pero anclados a placas de hueso.

Cladograma que muestra los patrones de erupción dental de diferentes vertebrados.  Note cómo la condición ancestral en placodermos es similar en cuanto a la erupción de los dientes (de atrás hacia adelante). Tomado de Vaškaninová et al. (2020).

¿Y por qué es esto interesante? Pues porque se pensaba que esta era una condición derivada y que la erupción dental basal a todos los mandibulados era la del tipo que tienen los peces óseos avanzados: en una fila y de abajo hacia arriba, con el germen situado al lado del diente a reemplazar (y si ven el cladograma anterior, queda más claro que no es el caso). Y esto se pensó así por el descubrimiento de los dientes de organismos como Entelognathus Qilinyu, que presentaban este tipo de erupción.

Entelognathus del artista Julio Lacerda.

Otra cosa interesante del estudio es que muestra que los placodermos no mudaban dientes, sino que los iban apilando poco a poco, hasta cierto punto de sus vidas y listo. Algo que no vemos muy a menudo entre los mandibulados. Además, se plantea una nueva terminología dental: el diente estelado (con forma de estrella).

Dientes estelados de Radotina tesselataTomado de Vaškaninová et al. (2020).

Esta evidencia es también muy sugerente, pues pone la discusión de las hipótesis de origen dental de nuevo sobre la mesa. Por lo que hay que reestudiar el modelo de origen dental de nuevo, ya que al parecer, los dientes surgen de odontodos de dentina y no de odontodos recubiertos por esmaltoide. Toda una discusión aparte.

Fuente:

Vaškaninová, V., Chen, D., Tafforeau, P., Johanson, Z., Ekrt, B., Blom, H., & Ahlberg, P. E. (2020). Marginal dentition and multiple dermal jawbones as the ancestral condition of jawed vertebrates. Science, 369(6500), 211-216.

El león cavernario sí es distinto del león africano

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El león cavernario o león de las cavernas es uno de los elementos más populares de la megafauna de Eurasia e incluso, de Beringia, el antiguo territorio que abarcaba lo que hoy es Alaska y Siberia, cuando el nivel del mar era mucho más bajo y unía esas zonas. Este león típicamente ha sido referido como una subespecie de león africano Panthera leo, como: "Panthera leo spelaea".

León de las cavernas por el artista Velizar Simeonovski.

En un caso similar encontramos al león americano (sí, en América vivieron leones) del Pleistoceno: "Panthera leo atrox", considerándosele como una subespecie de león.

León americano, del artista y amigo Sergio de la Rosa.

Sin embargo, desde 2009 el Ross Barnett y la famosa Beth Shapiro, junto a poco más de una docena de colaboradores, dieron a conocer los primeros datos moleculares de estos leones y demostraron que estos leones en realidad formaban grupos naturales que no se mezclaban y que además, estaban bastante separados. Sin embargo, estos autores fueron muy tradicionalistas y no sugirieron abiertamente que entonces, deberían reconocerse como especies diferentes. A pesar de que los paleontólogos empleamos este artículo como estandarte para justificar esta separación que llevamos usando desde ya un rato.

Cladograma donde se muestra la separación de linajes de leones. Tomado de Barnett et al. (2009) Molecular Ecology, 18, 1668–1677.

Pero dado que técnicamente no se hizo la separación, la duda persistía ¿realmente eran especies diferentes? Y las buenas noticias llegaron este año en forma de un análisis de 31 genomas mitocondriales completos de león de las cavernas "Panthera leo spelaea". El estudio, dirigido por David W. G. Stanton (y que incluye de nueva cuenta a Ross Barnett), encontró que los leones cavernarios NO son una subespecie de león (Panthera leo) y por lo tanto, merecen su nombre propio: Panthera spelaea. Pues habrían divergido de los leones africanos hace 1.85 millones de años, mucho más que cualquier subespecie conocida.

Cladograma de relaciones evolutiva de leones, africano en verde, cavernario en rojo (linaje beringiano) y azul (linaje europeo). Tomado de Stanton et al. (2020).

Además, el equipo de investigación descubrió que los leones cavernarios forman dos grupos distintivos y separados uno de otro genética y geográficamente, con lo que propusieron que estos fueran elevados a categoría de subespecie. La forma de Beringia (Siberia y Alaska) es llamada ahora Panthera spelaea vereshchagini, mientras que la forma europea es llamada Panthera spelaea spelaea. Estas subespecies además, están más separadas en el tiempo que cualquiera de las subespecies modernas de león africano y morfológicamente son distintas en el sentido de que el león de beringia es de menor talla que el cavernario europeo.

Reconstrucción de las dos subespecies de león cavernario. Obra de Roman Uchytel.

Con esto finaliza el debate sobre si el león cavernario es o no es una especie diferente del león africano y confirma lo que los estudios previos y la morfología habían hipotetizado. Esperemos que pronto, el león americano pueda recibir un trato similar para conocer un poco más de su historia.

Reconstrucción de Panthera spelaea vereshchangini por Roman Uchytel.


Fuente:

Stanton, D.W.G., Alberti, F., Plotnikov, V. et al. (2020) Early Pleistocene origin and extensive intra-species diversity of the extinct cave lion. Sci Rep 10, 12621.


La lagartija fósil más antigua de Sudamérica

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Las lagartijas pertenecen al orden Squamata. Un grupo tan diverso, que incluye entre sus miembros formas gigantes como el dragón de Komodo y animales sin patas como las serpientes, que son su subgrupo más exitoso. En el medio, tenemos a las lagartijas, un ensamblaje de más de 7,000 especies que comparten una morfología general de cuatro patas y colas largas, aunque siempre hay excepciones a esta norma.

Reconstrucción de Neokotus sanfranciscanus del artista Jorge Blanco. 

En Sudamérica, el registro fósil de estos animales iniciaba hace unos 113 millones de años, en la Formación Crato, Brasil. Con Tijubina ponteiCalanguban alamoi Olindalacerta brasiliensis.

Tijubina pontei, de la Formación Crato. Tomado de Simões (2012). Anais da Academia Brasileira de Ciências 84(1):79-94.

Sin embargo, un trabajo recientemente publicado en la revista Nature dio a conocer a una especie al menos 20 millones de años anterior a las brasileñas, la denominada: Neokotus sanfranciscanus. Esta especie fue descubierta en la Cuenca de San Francisco (São Francisco), de la Formación Quiricó, en Brasil y tiene una antigüedad estimada entre los 132.6 y los 139.8 millones de años.

Estratigrafía y lugar del hallazgo de Neokotus sanfranciscanus. Tomado de Bittencourt et al. (2020).

El holotipo de la especie consta de un esqueleto parcial descubierto en un bloque pequeñito de lodolita, de unos 60 gramos. El nombre de esta especie hace alusión al sitio de su descubrimiento, pero también a la palabra griega "νεόκοτος" (neókotos), que significa "algo nuevo y extraño".

Parte del holotipo (IGC-P 0085) de Neokotus sanfranciscanus. Tomado de Bittencourt et al. (2020).

Y es que, filogenéticamente hablando, esta especie de lagarto recientemente descrita pertenece a una familia extinta: Paramacellodidae. Esta apareció en el Jurásico Medio y se extinguió durante el Cretácico temprano, con lo que Neokotus sanfranciscanus debió de ser de los últimos miembros del grupo. Pero lo extraño no es eso, sino que su sede en el árbol evolutivo de los Squamata lo coloca al lado de los escíncidos (Scincidae).

Posición de Neokotus sanfranciscanus dentro de Squamata (arriba, derecha, en negritas). Tomado de Bittencourt et al. (2020).

Este es el primer registro de esta familia en Sudamérica y llama a seguir investigando lagartijas fósiles en esta parte del mundo, pues en este subcontinente encontramos cerca de 2,000 especies de Squamata, lo que implica que aún queda mucho por conocer sobre su origen y biogeografía temprana. Esperemos pronto dar más noticias de este tipo.

Fuente:

Bittencourt, J.S., Simões, T.R., Caldwell, M.W. et al. (2020). Discovery of the oldest South American fossil lizard illustrates the cosmopolitanism of early South American squamates. Commun Biol 3, 201. https://doi.org/10.1038/s42003-020-0926-0


Cinco y no cuatro, dedos en Temnospóndilos

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La evolución de los dígitos en las manos de los tetrápodos es todo un espectáculo fósil. En la historia de la vida en la Tierra hemos visto reducciones de todo tipo, traslocaciones de identidad digital, pérdidas completas y un fenómeno de estabilización como ningún otro entre los vertebrados: la fijación del número de dedos en cinco. Y particularmente, los de las manos.

La mano humana, con sus cinco dedos es en realidad una estructura con un número primitivo.

Originalmente, los primeros tetrápodos, como Acanthostega tenían ¡hasta ocho dedos en las manos! Y paulativamente, este número fue decreciendo, a seis en Tulerpeton y finalmente cinco en Pederpes. Este fue un proceso relativamente rápido, pues tomó cerca de 10 a 15 millones de años. La condición pentadáctila fue posteriormente heredada a TODOS los grupos de vertebrados que aparecieron después.

Reconstrucción de Acanthostega del artista Raúl Martín. Note sus ocho deditos.

Sin embargo, algunos grupos presentaron una reducción secundaria. En el caso particular de los anfibios (ver nuestro video de qué es un anfibio), estos presentan hoy únicamente cuatro dígitos.

Rana mostrando sus cuatro dedos en las manos.

Un tritón mostrando sus cuatro dedos en las manos.

Y dado que estos animales son y descienden de temnospóndilos (Temnospondyli), se pensó que éstos animales también tendrían únicamente cuatro dedos en sus miembros delanteros. Sumemos a eso que en los fósiles de temnospóndilos conocidos casi nunca se preservan las manos y tenemos un caso de confusión a lo grande.

El temnospóndilo Eryops, reconstruido con cuatro dedos en las manos, como en lisanfibios. Reconstrucción del artista Ceri Thomas.

Y pues resulta que recién se acaba de reportar el hallazgo de un miembro delantero bastante íntegro de un temnospóndilo, específicamente de Metoposaurus krasiejowensis, que muestra algo interesante: que tenía ¡cinco dedos

Miembro delantero izquierdo de Metoposaurus krasiejowensis (ejemplar UOPB 00097). En la parte de abajo vemos las abreviaturas mt: metacarpal, ph: falange, seguidas de un numeral romano que indica el número del dedo. Tomado de Konietzko‐Meier et al. (2020).

Reconstrucción del miembro de Metoposaurus krasiejowensis. Tomado de Konietzko‐Meier et al. (2020).

Pero esto no acaba en un simple tip: ¡hey dibuja a los temnospóndilos con cinco dedos en las manos! No. La cosa se pone interesante cuando se analiza el grado de osificación de las falanges (huesos que conforman los dígitos), pues éste nos puede decir cómo era el patrón de desarrollo de los dedos, si preaxial o postaxial.

Reconstrucción artística de Metoposaurus con el número erróneo de dedos en las manos (antes del descubrimiento actual, desde luego). Arte de Vladislav Egorov.

Y es que, resulta que salamandras y ranas no tienen el mismo tipo de desarrollo. Las ranas tienen desarrollo de dedos postaxial, como nosotros. Es decir, primero surgen los dedos externos (el anular y meñique) y luego el resto, siguiendo en orden hasta el pulgar. Por otro lado, las salamandras tienen un desarrollo de dedos preaxial, donde primero surge el pulgar, luego el índice, el medio y finalmente el anular, deteniéndose en ese punto.

Patrones de desarrollo de miembros, con especial atención a los dígitos (arriba). Note cómo en salamandras el patrón de desarrollo es inverso al resto de tetrápodos. Modificado de Fröbisch et al. (2007). Evolution & development, 9(1), 69-75.

Y esto último es lo que se pensaba para los temnospóndilos, que, al presentar sólo 4 dedos (supuestamente), tendrían una condición preaxial de desarrollo digital, como las salamandras, por lo que esta condición sería ancestral y las ranas la habrían revertido. Pero no, el estudio de la mano de b sugiere que en realidad, los temnospóndilos también tenían desarrollo digital postaxial ¡como nosotros! Punto para la parsimonia, pues resulta que la condición contraria fue adquirida por las salamandras.

Reconstrucción de Metoposaurus con el número correcto de dedos. Obra de Sudipta Kalita.

Estudios como estos clarifican muchísimo la evolución del desarrollo de los miembros de los vertebrados y arrojan nueva luz sobre asuntos que parecieran distantes, como el desarrollo embrionario y de los patrones de surgimiento de dedos en animales modernos, respondiendo viejas interrogantes. Esperemos que más estudios como este puedan responder más preguntas sobre las manos y dedos en otros grupos.


Fuente:

Konietzko‐Meier, D., Teschner, E. M., Bodzioch, A., & Sander, P. M. (2020). Pentadactyl manus of the Metoposaurus krasiejowensis from the Late Triassic of Poland, the first record of pentadactyly among Temnospondyli. Journal of Anatomy.

Fue el meteorito y no los volcanes

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El fenómeno de extinción que puso fin al 70-75% de la vida sobre la Tierra hace 66 millones de años, es quizá uno de los eventos de este tipo que más ha estimulado la imaginación. Y no es para menos, pues puso fin a la era de los grandes reptiles y entre ellos, desde luego tenemos a los dinosaurios no avianos. Pero  ¿Qué lo ocasionó?

Impacto extraterrestre en Chicxulub, México. Arte de John Sibbick.

Durante mucho tiempo esta fue una pregunta sin respuesta, hasta que en la década de los ochenta, el geólogo Antonio Camargo presentó datos que evidenciaban un impacto en la Península de Yucatán que coincidía con el fin del Mesozoico. Su descubrimiento conjunto, con el del geofísico Glen Penfield, fue corroborado después por científicos de diferentes lugares, encontrando posteriormente tectitas de impacto, cuarzo de choque, evidencia de megatsunamis en las cercanías y desde luego, el cráter mismo que Penfield había trazado en 1978. La cosa era clara: algo impactó en la Península de Yucatán y puso fin a los dinosaurios. Ese algo, como sabemos ahora, fue un meteorito de unos 10 kilómetros de diámetro.

Glen Penfield (izquierda) y Antonio Camargo (derecha), descubridores del cráter de Chicxulub.

Sin embargo, hubo escepticismo sobre si "sólo" un impacto de esa naturaleza era capaz de desencadenar una extinción en masa tan selectiva. Existen científicos que sostienen que esto fue un evento conjunto, que no sólo el impacto lo hizo todo. Pero ¿qué factor extra podemos sumar? Bien, pues en 1970 se fechó una provincia volcánica interesante: las Deccan Traps (o escalones del Decán). Estos representaban un flujo basáltico depositado al final del Cretácico y en un lapso de más o menos 710,000 años (en varios pulsos). Y si consideramos que hoy ocupan cerda del 60% de la superficie de la India, este evento volcánico no es nada despreciable.

Imagen satelital de las Deccan Traps. (CC) Planet Labs, Inc.

Durante años se ha debatido si este vulcanismo pudo haber contribuido o no a la extinción. E incluso, se hablaba de que éste había sido desencadenado por el impacto del asteroide, como lo sugirieron los Álvarez en 1982. Y en un estudio reciente se da por fin respuesta a la interrogante. Y resultó toda una sorpresa.

Luis W. Álvarez (izquierda) y Walter Álvarez (derecha). Los científicos que popularizaron la teoría del impacto extraterrestre.

Los autores del estudio analizaron la diversidad del registro fósil acoplándolo con datos finos de los tiempos de las erupciones del Deccan, generando modelos de idoneidad de hábitat para ver cómo este fenómeno había afectado los ecosistemas del Cretácico ANTES del impacto de Chicxulub.

Artículo de investigación recién publicado y titulado "Impacto del asteroide y no el vulcanismo, causó la extinción de los dinosaurios al final del Cretácico".

Y ¿Qué pasó? Que en vez de encontrar que el vulcanismo afectase negativamente a la fauna, se descubrió que fue todo lo contrario: el vulcanismo del Decán había mejorado la idoneidad de hábitat y había permitido una mayor diversidad animal. Pero aún más importante, sus efectos "prepararon" a la fauna para la catástrofe de hace 66 millones de años, generando ecosistemas más resilientes. Esto propició que una vez que el impacto desestabilizara los ecosistemas, su recuperación fuera posible.

A) Cronología de eventos. A la izquierda vemos una barra con escala en millones de años. Al lado, barras de polaridad del campo magnético de la Tierra. A la derecha una línea roja horizontal que delimita el momento del impacto extraterrestre en Chicxulub. La línea sinuosa vertical indica la variación de temperatura (con escala abajo) durante los eventos volcánicos del Decán (indicados por flechas negras). Las siluetas de los dinosaurios y sus números representan B) las zonas modeladas para idoneidad de hábitat del estudio. Y abajo podemos ver dichas zonas en un mapa que muestra la geografía del Cretácico final. Tomado de Chiarenza et al. (2020).

O en términos más simplistas: sin el vulcanismo del Decán, el fenómeno de extinción hubiese sido mucho más grande y casi con toda probabilidad, no estaríamos aquí para contar esta historia. Así que ahora ya lo saben, el vulcanismo fue un aliado y no un enemigo al final del Cretácico.

Fuente:

Chiarenza, A. A., Farnsworth, A., Mannion, P. D., Lunt, D. J., Valdes, P. J., Morgan, J. V., & Allison, P. A. (2020). Asteroid impact, not volcanism, caused the end-Cretaceous dinosaur extinction. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(29), 17084-17093.

Mamífero fósil pelirrojo

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Cuando hablamos de coloraciones inferidas a partir de fósiles, generalmente vienen a la mente dinosaurios y si acaso, reptiles marinos. Y si uno es un paleofriki LV99 seguro que sabe del caso de la coloración de una serpiente del Mioceno de España. Pero ¿cómo es posible saber esto?

Fósil de ratón del Plioceno con trazas de coloración pigmentaria. Tomado de Manning et al. (2020).

Bueno, esto únicamente es posible con fósiles que preserven en tres dimensiones estructuras subcelulares de la piel o el integumento (escamas, plumas y ahora pelo). Y se puede hacer gracias a que los colores dependen de corpúsculos llenos de pigmento que producen células especializadas. Y estos corpúsculos tienen formas y tamaños distintos dependiendo del tipo de pigmento que portan. Además de que sus densidades varían y permiten llevar a cabo reconstrucciones de color. Para un detalle más amplio de esto, les recomiendo este post: "Bolitas de colores", donde explico a detalle el asunto.

Sinosauropteryx prima, uno de los pocos dinosaurios con colores conocidos e incluso, sus patrones. Reconstrucción de Bob Nicholls.

En un estudio publicado en Nature, paleontólogos llevaron a cabo un estudio de este tipo, encontrando no los corpúsculos independientes en el pelaje, sino analizando éste en busca de pigmentos antiguos. Y encontraron precisamente eso, con ayuda de espectrometría: los restos de un pigmento llamado "feomelanina". Este produce coloraciones rojizas en los animales.

Resultados de la espectrometría XANES (absorción de rayos X), donde podemos ver los espectros del fósil de ratón (Apodemus atavus), con muestra de hueso, pelaje y matriz de roca, así como (abajo) los espectros de diferentes compuestos químicos y la correspondencia del pelaje del ratón con los picos de benzotiazol, un derivado de la feomelanina. Tomado de Manning et al. (2020).

Y es gracias a este estudio que ahora sabemos que los pigmentos pueden sobrevivir al proceso de fosilización. Al menos unos 3 millones de años, que es la edad que posee el ratón analizado, un Apodemus atavus del Plioceno que vivió en lo que hoy es Alemania.

Reconstrucción del aspecto en vida de Apodemus atavus en su ambiente. Reconstrucción de la Universidad de Manchester.

Gracias a estos tipos de estudios sabemos ahora algo nuevo sobre las coloraciones pigmentarias: que sí se conservan en el registro fósil y que es posible estudiarlas sin necesidad de observación de feomelanosomas (corpúsculos subcelulares producidos por melanocitos). Esperemos que esto abra la puerta para conocer más sobre los colores de animales extintos.

Fuente:
Manning, P. L., Edwards, N. P., Bergmann, U., Anné, J., Sellers, W. I., van Veelen, A., ... & van Dongen, B. E. (2019). Pheomelanin pigment remnants mapped in fossils of an extinct mammal. Nature communications, 10(1), 1-13.

Perezosos gregarios: nueva evidencia

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A los paleofrikis nos encanta, nos fascina, nos ultra mega archi requete recontra... ¿Qué estaba diciendo? Ah sí, que nos gusta mucho que se demuestren comportamientos de especies fósiles y más cuando estos comportamientos son gregarios. Por alguna razón, el hecho de que los animales formen grupos parece emocionarnos, quizá porque nos vemos reflejados en ellos. Quien sabe.

Pequeña manada de perezosos. Autor desconocido.

La cosa es que demostrar comportamientos en animales extintos es un problema muy grande. Pues el registro fósil no suele capturar instantáneas de los momentos de este tipo de interacción, salvo por casos muy raros. Y este año llegaron dos artículos de especies diferentes de perezosos con evidencias de hábitos gregarios. ¿Ya vieron ? No todo el 2020 son malas noticias.


El primer artículo fue publicado el 15 de abril y trata un hallazgo de una mortandad masiva de perezosos de la especie Eremotherium laurillardi. El descubrimiento se produjo en sedimentos asfálticos de la localidad de Tanque Loma, en Ecuador y consta de al menos 22 individuos de diferentes edades, desde juveniles a adultos.

Izquierda, representación de elementos esqueléticos de Eremotherium laurillardi en el sitio de Tanque Loma. Arriba, derecha: sitio de excavación con los estratos portadores de fósiles indicados en el esquema. Abajo, derecha: proporción de la tibia para estimar número de individuos y su edad biológica. Tomado de Lindsey et al. (2020).

Estos organismos perecieron en las orillas de un cuerpo de agua anegado que en su momento, era anóxico y al parecer, desprovisto de vida acuática típica (peces, cocodrilos). Las causas de la muerte son probable intoxicación con bacterias procedentes de materia fecal acumulada en el cuerpo de agua, misma que estos animales bebieron. Este tipo de mortandad es común entre hipopótamos hoy en día.

Mortandad de hipopótamos por intoxicación bacteriana. Tomado de Lindsey et al. (2020).

Esto sugiere que estos perezosos gigantes vivían juntos en una manada multigeneracional y que además, presentaban hábitos semiacuáticos temporales, tal y como otra megafauna lo hace en otras partes, como en África, para evitar sequías. Y esto concuerda con la temporalidad del sitio, que con 23,650 años antes del presente, experimentaba una sequía intensa que inició más de 4 mil años antes y que finalizara unos unos 7 mil años después. Así que ahora sabemos que el significado del nombre "Eremotherium" de "bestia solitaria" no cuadra muy bien con estas criaturas sociales.

Ficha de Eremotherium laurillardi con reconstrucción del "Tío Joako" (Joaquín Eng Ponce). Pueden ver más de sus ilustraciones en el siguiente álbum.

La otra especie de perezoso que se demostró era gregario, en este año fue Lestodon armatus. Este perezoso era de talla grande, con entre 3.4 y 4.1 toneladas. Para que se hagan una idea, los bisontes (Bison bison) que son los mamíferos terrestres más grandes de América, llegan a pesar sólo 998 kilogramos.

Lestodon armatus con el garrapatero aní (Crotophaga ani), un ave de entre 30 y 36 cm de largo. Arte de Peter Schouten.

Bien, el estudio en cuestión estudió una asociación de 13 de estos perezosos, descubiertos en el sitio denominado "Playa del Barco", en Buenos Aires, Argentina. Y como ya vimos recién con Eremotherium, el encontrar asociaciones de varios individuos ya comienza a sugerir un comportamiento gregario. Pero hacen falta componentes, como que el depósito se haya formado al mismo tiempo y que el grupo contenga animales de diferentes edades.

Ubicación geográfica y estratigrafía del sitio Playa del Barco. Tomado de Tomassini et al. (2020).

Pero antes de eso, cabe destacar que lo que hoy es una playa, durante el tiempo en el que se formó el depósito, no era tal cosa. Estos sedimentos datan del Pleistoceno tardío, específicamente de hace unos 19,849 años antes del presente. Durante ese tiempo, la zona era una planicie dominada por pastos y herbáceas.

Diferencias entre el sitio Playa del Barco entre el Pleistoceno tardío y la actualidad. Mapa de Christopher R. Scotese.

Volviendo a los lestodontes, resulta que el sitio Playa del Barco muestra precisamente una manada con individuos de distintas edades: 4 juveniles, 6 adultos maduros y 3 individuos ancianos. Esta no es la primera vez que se evidencia una asociación faunística de esta naturaleza, pues en el pasado se han reportado hallazgos similares.

Número de elementos óseos encontrados vs número mínimo de individuos en el sitio Playa del Barco. Tomado de Tomassini et al. (2020).

En 2013, Richard Fariña y colaboradores reportaron algo similar en Arroyo del Vizcaíno, en Uruguay, pero de hace 30,000 años antes del Presente (y con muy discutidas marcas de uso humano). Y en 2003 Ada Czerwonogora y Fariña reportaron otra asociación de lestodontes en el sitio El Caño, en Colonia, Uruguay. Así que con esto, podemos ir considerando que esta especie era gregaria.

Reconstrucción de la escena de los últimos momentos de los lestodontes en Playa del Barco. Tomado de Tomassini et al. (2020). Arte de Pedro Cuaranta.

Estos descubrimientos nos muestran que quizá nuestros deseos sobre comportamientos gregarios en megafauna están quizá mal dirigidos hacia carnívoros y que todo este tiempo, algunos de los animales más intrigantes que han caminado sobre el planeta eran los que verdaderamente eran gregarios: los perezosos gigantes.


Fuentes:

Lindsey, E. L., Reyes, E. X. L., Matzke, G. E., Rice, K. A., & McDonald, H. G. (2020). A monodominant late-Pleistocene megafauna locality from Santa Elena, Ecuador: Insight on the biology and behavior of giant ground sloths. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 544, 109599.

Tomassini, R. L., Montalvo, C. I., Garrone, M. C., Domingo, L., Ferigolo, J., Cruz, L. E., ... & Cerda, I. A. (2020). Gregariousness in the giant sloth Lestodon (Xenarthra): multi-proxy approach of a bonebed from the Last Maximum Glacial of Argentine Pampas. Scientific reports, 10(1), 1-16.

El pecho de Homo erectus

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Homo erectus fue una especie de humano que vivió entre hace 2 millones y 100,000 años. Estos fueron los primeros homínidos en dominar el fuego y también los primeros en dejar África para colonizar prácticamente todo el viejo mundo. A pesar de su gran distribución, pocas veces se han podido recuperar esqueletos más o menos completos, por lo que algunos detalles de su anatomía eran un misterio. Uno de esos era la forma de su caja torácica.

Reconstrucción de la caja torácica de KNM-WT 15000. Tomado de Bastir  et al. (2020).

Y antropocéntricos como somos, siempre se ha reconstruido la anatomía de Homo erectus con una caja torácica tipo Homo sapiens, estrecha y en forma de barril. Sin embargo, un estudio reciente cambia por completo el cómo vemos esto. Pues por primera vez, un equipo de investigadores se ha dado a la tarea de reconstruir el aspecto de la caja torácica de este antiguo viajero.

Reconstrucción caduca del esqueleto de H. erectus (izquierda), comparado con H. sapiens (derecha). Ilustración de Roger Hane.

Para ello, se emplearon los fósiles del ejemplar: KNM-WT 15000, mejor conocido como el niño de Nariokotome o niño de Turkana. En este trabajo, se exploró la forma de las costillas, el ángulo y la forma en la que éstas se articulaban entre las vértebras y la presencia de potenciales deformaciones en los fósiles. Además, este estudio consideró también la variación existente entre adultos y jóvenes, con lo que se logró obtener de forma bastante acertada la forma de la caja torácica de Homo erectus.

Modelo digital de los restos de la caja torácica del "niño de Turkana". Imagen de Fred Spoor.

Los resultados sugieren que en realidad, esta especie no tenía una morfología tipo barril como nosotros, sino que poseía, como Homo neanderthalensis, una caja torácica en forma de campana: estrecha cerca del esternón y amplia hacia la parte baja. Pero, a diferencia del Neandertal, los H. erectus poseían una caja aún más primitiva y pequeña, casi como la de los Australopithecus.

Comparación de cajas torácicas de los homíninos mencionados. Original de Markus Bastir.

Estos resultados sugieren que Homo erectus, aunque primitivo, tenía una mayor capacidad respiratoria y que nuestra caja torácica reducida evolucionó recientemente, en el linaje que condujo a nuestra especie. Además, estudios como estos dan cuenta de lo mucho que damos por sentado en cuanto a nuestros parientes extintos y que aún nos queda muchísimo por descubrir.

Fuente

Bastir, M., García-Martínez, D., Torres-Tamayo, N., Palancar, C. A., Beyer, B., Barash, A., ... & Torres-Sánchez, I. (2020). Rib cage anatomy in Homo erectus suggests a recent evolutionary origin of modern human body shape. Nature Ecology & Evolution, 1-10.
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